Abstemio y feliz

Con la aceptación de mi adicción a otras sustancias ya había generado un proceso el cual me devolvió a mi familia y algunas áreas de mi vida que estaban quebrantadas por el consumo activo. Pero el lograr cambios y estabilidad individual, familiar, social, académica abrió la posibilidad de pensamientos de tipo ¿por qué no? “Una sola cerveza y ya”, “no va hacer de todos los días”, “rico en un asado”, “todos mis amigos toman y yo como bobo diciendo no”. Estas reflexiones buscaban dar cabida a la posibilidad de iniciar  una vida con alcohol, con éxito y control; y con el tiempo, logré que mi familia aceptara esa decisión y al ver que todo estaba de nuevo en orden, manipulé a los demás para que el alcohol pudiera ser parte de mi vida.  

Experimenté el alcoholismo de tal forma que la sintomatología de la adicción aumentó, y más temprano que tarde; volví al consumo de sustancias, lo cual negué y oculté por mucho tiempo a mi familia. La progresión de la enfermedad fue evidente en esos años de recaída, y no concebía cómo se podía llevar una vida sin alcohol, habiendo retornado al mundo social,  a la diversión, al ocio. Tenía miles de justificaciones y manipulaciones para que en mi familia no considerara el tema como un problema. Fue tal la situación que llegué a experimentar momentos de riesgo, a tocar fondo y a la desintegración de todas mis áreas como hombre.

Siempre luche por encontrar un consumo controlado y social, lo cual nunca ocurrió. Antes de iniciar mi tercer tratamiento, hundido en el alcoholismo, ya en una etapa adulta, me di cuenta que las justificaciones de adolescente seguían rondando mi cabeza, una y otra vez, tratando de encontrar formas de relacionarme con el alcohol y justificando mil veces que no concebía una vida sin él; sin darme cuenta que una vez más, había perdido muchas áreas y personas en mi vida por la adicción. Y aún así, prevalecía la satisfacción que el consumo producía en mi vida.

Hoy 9 años en abstención y en proceso de recuperación, he logrado vivir día a día sin consumo; fue un proceso de aceptación y de trabajo para generar cambios a los que me negaba, aprendí a disfrutar de cada momento siendo yo, sin la necesidad de sedar mis emociones y pensamientos en pro de un espacio de ocio o diversión. Aprendí que el vivir sin alcohol es una de las experiencias más bonitas de mi vida, lo cual generó activación de habilidades, sueños y proyecciones y la ganancia más importante: reconectarme con mi ser y desarrollar mi capacidad de decisión y de divertirme sanamente.